Padre, si quieres, pasa de mí esta copa;pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.Lucas 22:42.
Hacer la voluntad de Dios
Cuando la gente envejece, a menudo los achaques aumentan y su salud se resiente. Pero, muchas veces, el problema más grande reside en los cambios que se acumulan en su entorno. El anciano se ve obligado a renunciar a su casa o apartamento para mudarse a un hogar de ancianos o a la casa de un hijo, si éste puede y quiere recibirlo. A veces la salud empeora de tal modo que el anciano tiene que ser atendido. Incluso en ocasiones hay que ingresarlo en un hospital geriátrico. Algunos creyentes ancianos tienen grandes dificultades para resolver este problema. Les cuesta reconocer la situación o postergan la decisión. Se niegan a hacer cualquier cambio y sufren si deben someterse cuando las cosas no ocurren conforme a sus ideas. Querido amigo anciano, comprendo que todo esto le cueste mucho. Pero, ¡mire al Señor Jesús! Piense en él, en su vida, y déjese alentar por su actitud. Nuestro Señor no tuvo una vida fácil. ¡En cuántas situaciones dolorosas se halló! Pero nunca se quejó ni trató de hacer su propia voluntad. Había venido para hacer la voluntad de Dios a cada paso. No se haga mi voluntad, sino la tuya, fue la divisa de toda su vida hasta la cruz. ¡Cuánto podemos aprender de él! ¡El Señor pasó por circunstancias difíciles; peores que las de cualquiera de nosotros, y nunca protestó! Además, no olvidemos la consoladora promesa: Hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré (Isaías 46:4).
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quarta-feira, 29 de agosto de 2007
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