quarta-feira, 29 de agosto de 2007

MENSAGEM PARA O DIA / 30

Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?Jeremías 5:31.¿A quién os acogeréis para que os ayude,cuando venga de lejos el asolamiento?¿En dónde dejaréis vuestra gloria?Isaías 10:3

La desdicha más grande…

Rogamos de sus oraciones, ya que estamos en un nuevo viaje misionero, en una revista de gran tiraje se podía leer la entrevista que se le había hecho al hijo de un célebre editor. Ya había contestado a varias preguntas con humor, perspicacia y a veces con una pizca de ironía mordaz, cuando se le preguntó: ¿Cuál sería la desdicha más grande que le podría suceder? Entonces dio esta breve, inesperada y desconcertante respuesta: –¡Que Dios existiera! El joven era consciente de que en ese caso Dios le pediría cuentas acerca de la manera en que había vivido. La cuestión de la existencia de Dios no es un tema que podemos tratar a la lijera, pues acarrea consecuencias revolucionarias en nuestra escala de valores. Lo primordial ya no es saber con qué rapidez se deteriora la capa de ozono, ni quién ocupa el primer lugar en tal o cual deporte, o qué partido político ganará en las próximas elecciones, sino: ¿qué será de mi vida frente a Aquel que la creó? En efecto, cada ser humano dispone de una sola vida de la que, según las Escrituras, deberá dar cuenta a Dios después de su muerte. ¿Cuál será el destino que le está reservado, pues está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio? (Hebreos 9:27). Para Dios, que es santo, el más mínimo pecado es un abismo que separa a los hombres eternamente de él. Sólo la sangre de su Hijo Jesucristo, quien expió nuestros pecados, puede purificarnos. Para que esto se cumpla en cada ser humano, es necesario creer en él de todo corazón.



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